Aprovechando el puente del 9 de octubre aquí en la Comunidad Valenciana nos subimos al Parque Nacional de Ordesa y Monte Perdido. Ahora que está casi terminada la autovía a Zaragoza, llegar a Torla tan solo nos cuesta 5 horas. La primera y tercera noche dormimos en el refugio Le Briet, en el centro de Torla, un albergue muy acogedor, con muy buen trato y un precio inmejorable.
El primer día de actividad dejamos el coche en el parking de Ordesa y salimos cargados con la tienda de travesía, aislantes, sacos, ropa, etc… Hicimos el recorrido normal por el valle llegando hasta la cola de caballo. Estaba empezando el otoño y los árboles empezaban a tener unos colores y tonalidades preciosas. Ordesa es un lugar mágico en cualquier época del año, pero creo que en otoño más aun, con esos colores, bosques misteriosos, las cascadas, la luz y las hojas cayendo al suelo formando un manto de color excepcional.
Almorzamos ya tarde en la cola de caballo y subimos por las clavijas de Soaso. Las clavijas consisten en unos «clavos» donde cogerse con las manos e ir apoyando los pies ayudándose también de las cadenas que han puesto por seguridad. La verdad es que no entrañan ninguna dificultad para cualquiera habituado a la montaña y sin miedo a las alturas, eso si, con bastante peso en la espalda no son muy recomendables.
Una vez arriba, nos dirigimos directamente al refugio de Goriz. Este último tramo se nos hizo algo pesado y largo, en parte por la monotonía del paisaje mas pelado sin ver cumbres por la niebla y por tantas horas de marcha tan cargados como íbamos. Finalmente, llegamos al refugio, mochilas al suelo y a comer algo.
Cual fue nuestra sorpresa al comprobar que tenían sitio aun disponible en el refugio. Sentimos algo de rabia pero con alivio al mismo tiempo ya que nos subimos cargados con tienda, aislantes y demás para dormir fuera del refugio a 2200m con posibilidad de lluvia y bastante frío, pero finalmente dormimos dentro en las literas.
Nos encontramos allí a unos amigos de unos compañeros del club de montaña Acclivis de Alicante que también estaban aprovechando el puente en Valencia para subir a Monte Perdido. La verdad, es que casi todo el mundo en el refugio éramos Valencianos aprovechando este puente.
A la mañana siguiente, nos levantamos con la idea inicial que teníamos de subir a Monte Perdido (3.355 m) y tras dejar el material innecesario en las taquillas tiramos hacia arriba. Al poco rato mi compañera no se encontraba muy bien y la cosa iba a más, para colmo de nuestra mala suerte, una vez mas este año, se estaba cerrando la niebla, bastante espesa por las zonas más altas lo cual aparte de desanimarnos un poco se junto con el no estar al 100%, por lo que decidimos volvernos tranquilamente ya que aun quedaban muchas horas para llegar hasta el coche. Devuelta en Goriz y gracias a una aspirina que nos dieron amablemente, emprendimos la bajada hacia el valle, Monte Perdido tendrá que seguir esperándonos.
Tras bordear las clavijas de Soaso tomamos la senda por la Faja de Pelay, así variamos algo el recorrido del día anterior y ya que no hemos subido a cumbre por lo menos hacemos más que por la ruta normal de Ordesa.
Este recorrido es excepcionalmente espectacular, las vistas desde la parte alta del valle son impresionantes como se puede ver en las fotos, se ven muchas cumbres, casi se pueden tocar los cortados del valle, vistas de todos los bosques allí abajo con los colores y contrastes que nos ofrece el Otoño, el río Ara serpenteando por allí abajo… y no solo las vistas valen la pena, la misma senda nos ofrece también lugares y rincones que no hay que perderse imposibles de ver desde cualquier otro lugar.
Llegamos al mirador de Calcilarruego donde hay un pequeño refugio y un mirador con unas vistas excepcionales, estuvimos allí un rato comiendo haciendo fotos de las vistas que se pueden contemplar desde este lugar privilegiado.
Desde Calcilarruego comenzamos a bajar por la Senda de los Cazadores, una senda escondida entre bosques de hayas con un trazado increíble por la pendiente que tiene en tan poco recorrido. De subida debe de ser agotador, de bajada rompedor para las rodillas a la par de precioso por lo cerrado del bosque, la inclinación que hay y al igual que en el resto del parque con unos colores y luces increíbles.
Llagamos al parking agotados por el sobrepeso en las mochilas, sin hacer la cumbre que veníamos a hacer, pero sin arrepentirnos de hacer conocido esta parte del parque en mi opinión de lo mejor que tiene la zona.
Ya hacia unos 3 años que no veníamos por aquí y no recordaba ya bien lo que se siente en un lugar como este. Ahora que lo tenemos un poquito más cerca vendremos más a menudo, la próxima espero que sea con todo nevado, congelado, etc… sin duda este lugar es lo que mas se acerca a mi idea del paraíso, tanto como montañero como fotógrafo.