Tras las vacaciones fallidas en Pirineos el mes anterior, para resarcirnos y con la escusa de celebrar nuestro aniversario, volvimos a Pirineos, en esta ocasión al valle de Pineta. Ya que el riesgo de aludes, nevadas, etc… estaba en lo más alto, no nos planteamos subir a ninguna cumbre.
Tras estar lloviendo y nevando casi continuamente el sábado cuando llegamos y durante todo el domingo, finalmente el lunes nos dejo un buen día para disfrutar de la montaña. No solo un buen día, un día espectacularmente bello, con todas las montañas cubiertas de nieve recién caída.
Nos calzamos las botas de plástico con las raquetas y salimos desde el parking del Parador de Monte Perdido, cruzando el puente sobre el rio Cinca hacia la zona de acampada. Fuimos todo el rato por la pista que sube hacia los Llanos de la Larri, subiendo suavemente, pillándole poco a poco el tranquillo al uso de las raquetas y cada vez con mayor espesor de nieve.
Estábamos subiendo, un tramo antes del puente sobre el rio Cinca, cuando un estruendo como si fuera una tormenta pero más parecido a romperse algo nos sorprendió. Miramos hacia las paredes norte del valle y vimos como caía una pequeña avalancha a menos de 1 Km de nosotros pero lejos del camino. Al momento otra en otra zona, al rato otro pequeño alud esta vez mas adelante… así hasta que nos acostumbramos y dejamos de parar a mirarlos cada vez.
Seguimos subiendo por la pista, cruzando algún riachuelo, escuchando y viendo aludes mientras el día se iba oscureciendo poco a poco. Tras cruzar la cascada de la Larri y salir de la zona más cubierta por bosque, en las últimas revueltas que da la pista antes de llegar a los llanos, el espesor de nieve era ya de casi 2 metros. Incluso con las raquetas los pies se hundían en la nieve dado que era nieve primavera, recién caída los días anteriores, sin embargo… que gustirrinin da pisar nieve virgen 😀
Llegamos hasta el refugio de pastores que hay al principio del valle, contemplando desde allí un paisaje excepcional, algo que ya conocíamos pero ahora totalmente cambiado. La única pega fue que al estar nublado y con nieblas sobre los 2500m no pudimos ver ni el glaciar del perdido, ni la cumbre de Monte Perdido, tan solo a ratos se dejaba ver un poco el Balcón de Pineta, la cascada del Cinca y poco más.
Quitamos nieve de uno de los paneles informativos sobre monte perdido que hay por allí arriba y comimos disfrutando de las vistas y de los aludes que seguían cayendo justo enfrente de nosotros. Pudimos ver uno realmente espectacular, desconozco si tienen algún tipo de medida o baremo para clasificarlos, pero este que duro cosa de 2 minutos y venia desde la parte más alta alrededor, de 3000 metros, debería de estar en una escala muy alta. El ruido fue atronador en todo el valle de Pineta la cantidad de nieve que cayó creó un cumulo grandísimo en la parte de abajo. Desde nuestro punto de vista fue impresionante y espectacular, sin embargo no me quiero imaginar que te pille algo así directamente, las posibilidades de sobrevivir son mínimas.
Comenzamos la bajada pisando sobre nuestra propia huella ya abierta y bajamos mucho más rápido que antes. Fue asomando el sol a ratos dando un poco de luz y color al día gris que habíamos tenido hasta ahora. Ya en la última zona de bajada antes de llegar al bosque vimos donde había caído antes la gigantesca avalancha que vimos desde arriba. Había dejado una montaña de nieve, había arrancado arboles a su paso y se había quedado a unos 500m de la pista por la que íbamos. Si llegamos a estar en la pista en ese momento mientas caía la avalancha la salida por patas y el acojone hubiera sido bastante importante.
Llegamos al parking del Parador de Monte Perdido, donde nos quitamos las raquetas, las botas y volvimos hacia el hotel Bielsa. Fue un recorrido fácil, sin grandes pretensiones salvo la de disfrutar el andar por nieve virgen, probar la experiencia de andar con raquetas y contemplar paisajes pirenaicos tan bellos recién nevados. No estaba el terreno, ni era el día, ni había la forma suficiente como para intentar recorridos más largos y ni mucho menos mas altos, disfrutamos como enanos para al día siguiente volver a la rutina habitual.